Mi nombre es Catherine y soy de Barcelona.
Estudié periodismo y terminé la carrera a los veintidós años, durante los dos próximos, trabajé en periódicos locales, en el apartado de política social.
Estudié periodismo y terminé la carrera a los veintidós años, durante los dos próximos, trabajé en periódicos locales, en el apartado de política social.
Hoy en día, tengo treinta años y en estos últimos seis, he tenido la oportunidad de ver con mis propios ojos, las dificultades por las que atraviesa la humanidad, especialmente aquellos países más pobres, los cuales son los que padecen con más fuerza y salen mas perjudicados de las catástrofes naturales.
Al cumplir los veinticuatro, me propuse cumplir un sueño, aquello que quería hacer desde niña: entrar a formar parte de la fundación Cruz Roja, para así poder ofrecer mi ayuda a aquellos que carecían de ella.
En 2005, al cumplir los veinticinco, estuve destinada al Congo; colaborando pues, en la construcción de una escuela, para niños de entre cinco y trece años, los cuales, nunca anteriormente, habían oído hablar de la escritura, la lectura, o simplemente, de que más allá de500 Km . de su pueblo existía otra civilización.
A los veintisiete, me destinaron una temporada a la India. Allí, luchábamos contra la malaria y ayudábamos a diseñar y elaborar una red de agua potable, a través de la explotación de acuíferos.
Nada más cumplir los veintiocho, decidí explorar el corazón de África.
Así pues, continué luchando junto a un equipo de médicos y misioneros contra la deshidratación adulta e infantil. A su vez, ayudé a vacunar a todos los niños de un poblado de casi 1000 habitantes. Esta misión duró dos años.
En la actualidad, a mis treinta años, cuando creía que mi experiencia ya era suficiente, cuando por fin tenía decidido trabajar para un periódico nacional de mi país, el cual me ofrecía la oportunidad de ejercer mi profesión de periodista, como directora de redacción en el apartado de política internacional, ¡una vez mas! la llamada de la solidaridad pudo con mi corazón, y me pidió que acudiera a ayudar y a contar al mundo, desde mi experiencia y perspectiva profesional, lo que estaba sucediendo en aquel país llamado Haití, cuya capital es Puerto Príncipe.
Elevándome un poco más que otros profesionales y compañeros, sobre el terreno de la objetividad, me gustaría denunciar de una vez por todas, por qué siempre, salen más perjudicadas aquellas personas que viven en estos países tan pobres y desfavorecidos; al mismo tiempo, quisiera manifestar cómo el resto del mundo, sigue viviendo del puro marketing de hoy en día.
Al cumplir los veinticuatro, me propuse cumplir un sueño, aquello que quería hacer desde niña: entrar a formar parte de la fundación Cruz Roja, para así poder ofrecer mi ayuda a aquellos que carecían de ella.
En 2005, al cumplir los veinticinco, estuve destinada al Congo; colaborando pues, en la construcción de una escuela, para niños de entre cinco y trece años, los cuales, nunca anteriormente, habían oído hablar de la escritura, la lectura, o simplemente, de que más allá de
A los veintisiete, me destinaron una temporada a la India. Allí, luchábamos contra la malaria y ayudábamos a diseñar y elaborar una red de agua potable, a través de la explotación de acuíferos.
Nada más cumplir los veintiocho, decidí explorar el corazón de África.
Así pues, continué luchando junto a un equipo de médicos y misioneros contra la deshidratación adulta e infantil. A su vez, ayudé a vacunar a todos los niños de un poblado de casi 1000 habitantes. Esta misión duró dos años.
En la actualidad, a mis treinta años, cuando creía que mi experiencia ya era suficiente, cuando por fin tenía decidido trabajar para un periódico nacional de mi país, el cual me ofrecía la oportunidad de ejercer mi profesión de periodista, como directora de redacción en el apartado de política internacional, ¡una vez mas! la llamada de la solidaridad pudo con mi corazón, y me pidió que acudiera a ayudar y a contar al mundo, desde mi experiencia y perspectiva profesional, lo que estaba sucediendo en aquel país llamado Haití, cuya capital es Puerto Príncipe.
Elevándome un poco más que otros profesionales y compañeros, sobre el terreno de la objetividad, me gustaría denunciar de una vez por todas, por qué siempre, salen más perjudicadas aquellas personas que viven en estos países tan pobres y desfavorecidos; al mismo tiempo, quisiera manifestar cómo el resto del mundo, sigue viviendo del puro marketing de hoy en día.
Con todo esto pretendo aportar mi pequeño grano de arena ayudando de verdad, para que estas cosas no pasen, y si algún día llegan a suceder, al menos, que el dolor recaiga sobre el menor número de seres humanos.
He aquí mi relato, y mi experiencia como misionera, y como una persona más, que lucha por el prójimo, sin importarle las horas, los días, los meses, y ni siquiera los años.
He aquí una historia desgarradora, la cual pretende arrojar optimismo sobre lo sucedido.
No quiero ni por un instante, que nadie piense, que mis palabras o mis silencios tienen algún precio, ¡no! Simplemente, porque la humanidad no lo tiene…
Con este suceso quisiera lanzar al mundo un mensaje para intentar equilibrar nuestra sociedad, y, a la vez, evitar que las diferencias cada vez sean mayores entre nosotros; los seres humanos. Por último he de decir, que este relato es un brindis al amor hacia los demás, hacia la vida.
¡Viva la humanidad!
He aquí mi relato, y mi experiencia como misionera, y como una persona más, que lucha por el prójimo, sin importarle las horas, los días, los meses, y ni siquiera los años.
He aquí una historia desgarradora, la cual pretende arrojar optimismo sobre lo sucedido.
No quiero ni por un instante, que nadie piense, que mis palabras o mis silencios tienen algún precio, ¡no! Simplemente, porque la humanidad no lo tiene…
Con este suceso quisiera lanzar al mundo un mensaje para intentar equilibrar nuestra sociedad, y, a la vez, evitar que las diferencias cada vez sean mayores entre nosotros; los seres humanos. Por último he de decir, que este relato es un brindis al amor hacia los demás, hacia la vida.
¡Viva la humanidad!